Experiencias de una inmigrante en Holanda
- Lisandra Peña
- 25 mar
- 3 Min. de lectura

Algo que he aprendido viviendo en Los Países Bajos por 3 años, es que es un país con excelente calidad de vida y oportunidades para crecimiento profesional, también muy enfocado en el desarrollo económico y en asuntos relacionados con el negocio y la riqueza. Sin embargo, he notado una menor expresión emocional y una carencia de empatía y humanidad significativa desde el punto de vista del sistema de salud.
Quizás esta sea una percepción subjetiva y un asunto polémico para algunos, pero, en términos generales, es esta la impresión que he formado a partir de mis propias experiencias. Por supuesto, siempre hay excepciones.
Un poco más sobre mi “background” u origen: yo soy cubana, y por consecuencia, latina. En nuestra cultura, influenciada en gran medida por la herencia española, se da especial importancia a cómo las personas pueden sentirse con cierta actitud que tomes o comentario que manifiestes. Hablando también en general, solemos desarrollar una gran empatía y calidez en nuestras relaciones con quienes nos rodean, importándonos su opinión, preocupándonos por su bienestar y casi siempre, poniéndonos en las zuelas de sus zapatos para comprender su visión de la vida, para así entender las difíciles situaciones que están enfrentando.
Si bien esta actitud llevada al extremo puede ser perjudicial, personalmente la valoro y prefiero mantenerla así.
No obstante, también he aprendido de los holandeses a no tomarme tan en serio la falta de condescendencia en ciertas interacciones, lo que me ha ayudado ciertamente a ser más práctica en mis relaciones personales y a mejorar mi bienestar emocional.
Después de vivir 23 años en Cuba, con una educación y una proyección sobre la vida ya madurada y consolidada, decidí mudarme a los Países Bajos en busca de un mejor futuro económico y profesional, algo difícil de alcanzar en mi país de origen.
Es cierto que es impresionante y admirable cómo un país tan pequeño como Holanda ha sido capaz de mantenerse durante los siglos de los siglos como un líder económico y comercial a nivel mundial. Y esto se debe principalmente, a su mentalidad tan práctica, enfocada en dar soluciones lógicas y no perdiendo casi nunca de vista el problema.
Sin embargo, cuando se trata de cuestiones humanas, me inquieta la perspectiva y la frialdad con la que a veces se abordan estos temas en ciertos sectores. Mi opinión no se basa solo en mi experiencia personal, sino también en historias contadas por otros y en situaciones que he presenciado.
Un ejemplo recurrente, del cual siempre verás a muchos “expats” quejándose en sus redes sociales e incluso haciendo memes al respecto es, cuando le haces una visita al doctor (médico de la familia o de cabecera) por un dolor o queja que presentas.
Es común que, los doctores inicialmente minimicen el problema, y que solo a mucha insistencia, se logra que tomen acción; muchas veces acompañado de una actitud por parte del personal sanitario que refleja molestia ante la persistencia del paciente. En algunos casos, esto parece estar relacionado para mi, con el orgullo profesional y la reticencia a admitir errores. Además, la aparente falta de interés en encontrar un diagnóstico preciso refuerza esta percepción que tengo.
Quiero aclarar que esto no aplica a todos los profesionales, pero no deja de ser una tendencia notoria.
Como persona que actualmente reside en este país, me preocupa profundamente esta realidad. Resulta que soy joven, y afortunadamente, gozo de buena salud, pero, que tal si de repente un día mi suerte cambia? El solo hecho de saber que, en un momento crítico, mi salud está en manos de un profesional que me ve más como un número que como paciente con sus propias necesidades individuales, me frustra muchísimo.
En mi país, hay un dicho popularizado por el grupo musical Buena Fé que dice: "Cada uno cuenta". Sin embargo, aquí noto que el enfoque hacia la eficiencia y las estadísticas predominan sobre la empatía. La falta de una perspectiva más humana en la atención sanitaria no solo puede resultar fría, sino que en algunos casos llega a ser desalentadora.
Supongo que quienes han nacido y crecido en los Países Bajos no perciben este contraste. Es posible que vean la enfermedad y la muerte como eventos naturales de la vida (lo cual ciertamente son) y acepten estas realidades con mucho más pragmatismo, cosa que no veo mal del todo, pero una vez más, no es conveniente nunca los extremos.
Eso de que en la vida, enfermarse puede ocurrir, y que te mueras también, y mala suerte si te tocó… me choca un tanto.
Quizás esté exagerando o siendo sarcástica, pero en ocasiones, esa es la impresión que me llevo.
Mis amigos y conocidos “expats” también han notado esta diferencia cultural, y para muchos de nosotros, el choque es significativo. La falta de empatía en algunas situaciones resulta difícil de asimilar y nos recuerda cuán importante es el humanismo en cualquier sociedad o sector, independientemente de cuan desarrollada esté, económicamente hablando.
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